domingo, 19 de octubre de 2014

¿Por qué decimos a los 90 no volvemos?

Por Hugo Ríos *


Para comenzar deberíamos hacer un análisis sobre la etapa política anterior a la que transitamos, donde existía un modelo hegemónico, el neoliberalismo con una estrategia polítio-social.
Podríamos contextualizar diciendo que en ese tiempo histórico, a principios de los años 90, nos hablaban de la derrota del llamado socialismo real, del agotamiento del estado benefactor y de las potencialidades que todavía tenía el capitalismo, con la empresa privada y el mercado promoviendo el crecimiento económico, intentando explicar de esta manera porque el neoliberalismo se convertiría en el modelo hegemonico a escala mundial.

Este proyecto era esencialmente conservador y reaccionario, porque buscaba defender y acrecentar los privilegios de una ínfima minoría a escala mundial, y trataba de convencer al mundo de que no había más alternativa a este modelo donde el mercado, y no el estado, era quien debía corregir las desigualdades y las disfunciones del capitalismo, estimulando y dinamizando a las empresas, conduciéndolas a una permanente y "benéfica" modernización.

El neoliberalismo en los 90, hizo eje en la destrucción de las conquistas de los trabajadores que tantas luchas y vidas habían costado a nuestro pueblo. Rompió la estabilidad laboral, destruyó los salarios que permitían condiciones de vidas digna, la seguridad social, etc y golpeó a sus organizaciones de clase, para eliminar toda resistencia al libre juego del mercado. Logró junto a los cipayos locales, abogar por un estado mínimo aunque este sólo era mínimo para defender los intereses de los trabajadores, porque se requería de un estado fuerte para ir debilitando a la clase obrera y al movimiento popular e ir eliminando sus conquistas sociales, creando así las condiciones políticas que requería la mano invisible del mercado para su funcionamiento económico.

En la década del 90 también nos hablaban de la gobernabilidad, que era una fachada democrática con un trasfondo autoritario. Como el modelo creaba una creciente desigualdad y favorecía en forma bastante ostensible a una minoría de la población, este tema era central en su agenda política, porque debía compatibilizar las instituciones "democráticas", con los nefastos resultados económicos del modelo. Por eso se establecían regímenes de democracias tuteladas, limitadas, restringidas, controladas y de baja intensidad, donde órganos no electivos, y por tanto, no sujetos a cambios productos de resultados electorales, como el Consejo de Seguridad Nacional, el Banco Central, la Corte Suprema, y otros órganos como estos concentraban aspectos fundamentales del poder., de esta manera se limitaba la capacidad de las autoridades electas democráticamente, y las definiciones económicas como las que tienen que ver con la seguridad nacional y el control de los medios de comunicación escapaban a las decisiones de los parlamentos.

La política en los 90 quedo en manos de grupos de profesionales y tecnócratas, solos en la otra vereda núcleos de militancia que se encontraban en la resistencia. En este sentido las definiciones estratégicas en áreas esenciales, como la económica y la militar por ejemplo, eran tomadas desde el exterior por instituciones que constituían la expresión de organismos supranacionales, como el FMI, Tratado de Libre Comercio, el Banco Mundial, etc. y tenían la capacidad para condiciona o imponer acciones fundamentales en el interior de los países.

Pero sin lugar a dudas una de las cuestiones centrales para fabricar el consenso y obtener la tan deseada gobernabilidad durante la década del 90, fue la capacidad que tuvieron y tienen los medios de comunicación de masas para influir en la opinión pública. Estos medios se fueron concentrando cada vez en menos manos, se encargaron de canalizar el pensamiento y las actitudes de las personas dentro de los límites aceptables para las clases dominantes, desviando cualquier reto en potencia contra ellas y las autoridades establecidas antes de que éstos pudieran tomar forma y adquirir fuerza. Una sola condición ponen los liberales burgueses para aceptar el juego democrático; que puedan "domesticar al rebaño" como dice Chomsksy, controlando los medios para fabricar el consenso.

En este sentido, al convertir la política en un producto que se vende, en un mercado de ideas, las clases dominantes, que monopolizan los medios de propaganda, tuvieron las armas para conducir al pueblo hacia los partidos encargados de salvaguardar sus intereses. Solo esto explica que sean los sectores y partidos más conservadores, aquellos que defienden los intereses de las minorías dominantes, los que hayan logrado transformarse en partidos de masas y que la base social de apoyo de sus candidatos, al menos en América Latína, sean los sectores menos favorecidos por el modelo neoliberal. Están son solo algunas de las cuestiones centrales por las cuales decimos, A LOS 90 NO VOLVEMOS.


* Responsable de la Corriente Peronista Descamisados Rosario

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